Cultura y literatura

martes, 24 de mayo de 2016

"Un ataque político a las formas de vida" - Un artículo de Juan José Millás

¿Qué es cultura? ¿Qué estado debería tener en la sociedad? ¿Cuál es el papel y el deber del gobierno en cuanto a la vida cultural? - Cuestiones fundamentales a las que se dedican profesores, políticos y por ejemplo el escritor Juan José Millás.

“Un ataque político a las formas de vida”. Este es el título de su artículo, publicado el 26 de diciembre de 2013 en El País, en el cual reflexiona sobre el estado de la cultura. Había sido una encuesta sobre "hábitos de consumo", que también trató hábitos del "consumo cultural", que le hizo pensar sobre el significado de la cultura en el tiempo actual y repasar las últimas noticias – las que todos contenían informes sobre los recortes económicos recientes del gobierno. Millás formula claramente la crítica y su tesis de la contradicción existente entre “consumo” y “cultura”. A lo largo de su argumentación resulta por qué cultura y educación no son bienes de consumo, sino, como ya manifiesta el título, formas de vida.

Foto: http://cultura.elpais.com/cultura/2013/12/25/actualidad/1387989932_163299.html

En  primer lugar aduce el ejemplo de una mujer que lee “Crimen y Castigo” para demostrar el contraste entre el “consumo” de cultura, en forma de literatura o conferencias, y otros bienes de consumo como la energía eléctrica o marcas de agua tónica. Refuerza su argumento con una enumeración detallada de bienes ejemplares. Aparte de eso puntualiza en un diálogo planeado los beneficios de leer “Dostoievski”, que no solo es sabiduría, sino también la capacidad de interpretar mejor la realidad y comprender la búsqueda del sentido.
En segundo lugar se vale de una estrategia típica de la argumentación expositiva y confiesa el valor económico que tiene un libro, debido a ser relacionado con puestos de trabajo y dinero y, de ahí, la influencia al PIB. Pero en la próxima frase, esforzado por el argumento antepuesto, destaca los efectos positivos suplementarios del consumo de la cultura, en este caso de la literatura, los que superan la importancia económica. Como ejemplo pone el sistema filosófico y la obra de Platón que trae consigo beneficios económicos (hasta que “uno pueda ganarse la vida explicando al filósofo griego”), pero no puede ser considerado como bien consumible.
Aparte de eso, critica el intento de contemplar la cultura como fenómeno regulable mediante reglas razonables y pregunta provocativamente: ¿Cómo se mide la cultura?
Asimismo, canoniza la reducción de fondos para el ámbito cultural y así para los estudios humanísticos, que causaría la pérdida de la denominada “sensibilidad cultural”. Si faltara esa, desaparecería el discurso, sin el cual ya no es posible cambiar la  realidad. Para destacar este argumento, pone el ejemplo de jóvenes descontentos por culpa de la falta de perspectivas. Ellos intentan llamar la atención a través de estropear marquesinas frecuentemente, pero a causa del discurso ausente no llegan a expresar su descontento. Más bien: Mientras transgreden la ley, la confirman. Según Millás, valerse de la cultura, sobre todo de la literatura, por ejemplo mediante leer “Madame Bovary”, tendría efectos más considerables.

En resumen, Millás señala un círculo vicioso con miras al estado actual de la cultura: Todo empieza tratando la cultura como bien de consumo, lo que sufre de recortes económicos del gobierno, que tiene que ahorrar. Por consiguiente, se pierde la “sensibilidad cultural” que causa la falta de discurso. Sin este no es posible cambiar e influir en la realidad y se sigue tratando la cultura y sus fenómenos como bienes consumibles.

Por un lado apoyo la opinión de Millás: La cultura no puede ser comparada con otros bienes de consumo como por ejemplo la energía. Repito sus palabras y digo que “ir al cine, escuchar a Beethoven, leer a Dostoievski o visitar el Museo del Prado no son formas de consumo. Son formas de vida”, a las que tiene derecho toda la sociedad. Pero por otro lado hay que tener en cuenta la definición y el significado exacto de cultura y consumo para contraponer los dos términos. La RAE define consumo como “acción y efecto de consumir” y distingue dentro de esta definición entre el consumo de comestibles u otros bienes por un lado y gastar energía por otro lado (http://dle.rae.es/?id=AT3QP6H) – un hecho que ya implica la imposibilidad de comparar el consumo de energía con el consumo de otras formas de bienes, a las que correspondería la cultura.
Siguiendo la idea de definir los términos, se encuentra varios significados del verbo consumir (http://dle.rae.es/?id=AT2BY5W). El primero es “destruir, extinguir” que apoya el argumento de Millás: Cultura no puede ser “consumida”, “gastada” y después de su consumo “agobiada”. Pero el segundo significado, “utilizar comestibles u otros bienes para satisfacer necesidades o deseos”, a mi parecer, permite la clasificación de la cultura como bien de consumo – que cumple necesidades humanas. 

Finalmente, a pesar de la discusión existente sobre el significado y el estado de la cultura, hay que destacar su importancia incontestada para la sociedad – que no debería sufrir recortes económicos. 

(Todas las citas -si no está añadido otra fuente - se refieren al artículo de Juan José Millás, accesible a través de
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/12/25/actualidad/1387989932_163299.html)

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